Santuario de El Cigarralejo
Tres años, desde 1946 a 1948, fueron empleados
por D. Emeterio Cuadrado para excavar el Santuario de El Cigarralejo.
El paraje fue descubierto tras unas prospecciones motivadas por el descubrimiento
de fragmentos de sigillatas en un sendero cercano al lugar. Tras una prospección
detenida del paraje D. Emeterio encontró una enorme cantidad de
cerámicas ibéricas, restos de construcciones en las laderas
y cumbre del Cigarralejo y el hallago de una damita decapitada que le
hizo concebir la esperanza de encontrarse ante un nuevo santuario.
Las excavaciones sacaron a la luz un edifico de planta rectangular adaptado
al terreno, de aproximadamente 29 x 12 metros, divididos por un eje axial
que cortaba al santuario de este a oeste. Los lados sur y norte del complejo
estaban cortados coincidiendo con afloraciones calizas de marcada verticalidad
lo que proporcionaba al edificio una natural inacesibilidad.
|
El largo pasillo central, de 1,5 de ancho, organizaba
el espacio del edificio, con habitaciones de planta cuadrangular o rectangular
a ambos lados del mismo. En el extremo opuesto a la entrada, otro pasillo
perpendicular al principal, corría paralelo a la habitación
sagrada. El enorme grosor de algunos de los arranques de los muros, que
en ocasiones superan los 80 cm, denota el alzado de los mismos lo que
encajaría con el carácter singular del edificio.
El deterioro de las construcciones llevó a Cuadrado delimitar con
total exactitud la planta de las habitaciones y determinar la función
de cada una de ellas. La habitación 0 la identifica con un vestíbulo,
las habitaciones 1-2, en las que se hallaron vajilla de mesa y de cocina,
además de trigo, como lugares destinados a la vivienda. La habitación
3 sería probablemente de almacén de alimentos, igual que
la habitación 9 donde D. Emeterio excavó grandes vasijas
globulares, ánforas y pesas de telar. Similar función podrían
tenar las habitaciones 4 y 7, donde se halló cereal, toda clase
de vasijas, una hoz y pesas de telar. Por último, la estancia más
importante, la h. 11, de planta casi cuadrangular, 4,60 x 5,15, sería
el sancta sanctorum del santuario, el lugar donde se conservaban los exvotos.
|
Al finalizar el uso del santuario, a finales del siglo
II a.C, en la esquina NE de la habitación sacra y bajo un pavimento
de barro amarillo se enterraron en un hoyo la mayor parte de los exvotos.
Se encontraron 62 anillos en cobre o bronce, cinco sortijas con chatón,
dos fíbulas, un regatón, una falcata votiva, tres pesas
de plomo, un glande de plomo para honda, diez fusayolas, cuentas de collar,
y lo más importante, un cojunto de 179 esculturas en arenisca,
mas o menos completas, y gran cantidad de fragmentos de varias.
Las 17 figuras humanas halladas se encuentran en las
actitudes típicas (damas oferentes, guerreros) y guardan semejanzas
estilísticas con los exvotos del Santuario de la Luz. El grupo
más importante es el de los 160 équidos, representados en
escultura y relieves.
El gran número de piezas que formaban este conjunto, así
como el carácter de algunos de ellos, llevó a este investigador
a identificar la divinidad a la que se rendía culto en el santuario
como Potnia Hippon, la Artemis ibérica. La prueba más palpable
sería una figurita que representa a una yegua amamantando a su
potro; esta diosa velaría por la reproducción de los caballos
y protegía a sus crias, que debían ser un elemento indispensable
de los ibéricos en la guerra y en la paz, en el transporte y el
comercio y como simbolo de prestigio de su poseedor. En este sentido D.
Emeterio adelantaba lo que son las línea de investigación
actuales, no se trata de indentificar únicamente el culto al que
estaba destinado un complejo religioso, sino analizar este tipo de santuarios
en lo que se sabe de su economía, sus formas de vida política
y religiosa, y su organización territorial.
|
El análisis estilístico realizado por D.
Emeterio Cuadrado en su obra Excavaciones en el Santuario Ibérico
de El Cigarralejo, no sólo introdujo interesantes cuestiones sobre
la existencia de pequeños centros artesanos al pie del cerro en
el cual los peregrinos podrían comprar los exvotos, sino que comenzó
a revalorizar el papel del équido en la sociedad ibérica.
Los asnos, las parejas de équidos, los conjuntos yegua y potro,
superan con mucho al de los caballos enjaezados para la monta, lo que
permite ahondar en la importancia del équido, no solo para la guerra
o para la aristocracia, también para las labores diarias, en la
sociedad ibérica, lo que permite comprender la dedicación
a esta divinidad tuteladora de los caballos del santuario.
|